Temperatura

Ante el sonido jovial de las campanas de Dios, nuestros vicios son vistos sobre el prado resonante.  Ya exhausto, el sol va descendiendo y nuestros juegos se acaban. El verde se dispone al reposo y dejan de verse, las luces y los ojos, en el prado oscurecido. Escucho su voz y sé que es Él. Me dijo:
“Ríe el aire con las minuciosas ocurrencias. El arroyo encrespado se desplaza riendo y la verde colina, se mantiene expectante. Brilla el lucero vespertino y los pájaros están callados en sus nidos. La luna, como una flor en el alto arco del cielo, con deleite silencioso, se instala y sonríe a la noche. Los pies de los ángeles luminosos vierten bendiciones sobre cada flor y cada capullo, y sobre cada corazón dormido.” ¿Dónde estás padre? Habla con tu hijo. Tengo miedo de perderme. La noche era oscura, allí no había padre alguno. Empapado de rocío el lodazal era profundo, y él estaba solo. Y la neblina se alejó volando. ¿Por qué me guían las luces errantes?. El hombre nació para la alegría y el dolor, y, alcanzada esta verdad, andamos ya seguros de saber que la alegría y el pesar son finos cendales para ceñir el alma divina, donde, cada pena, encubre una alegría de fina condición. El mundo llora a los efectos de los poetas y traza rótulos de venganza en los reinos del hombre. Existe la desgracia de saber que cada noche y cada mañana alguien nace a las desdichas de la vida. Cada noche y cada mañana alguien nace a las dichas de la existencia.

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